¡Rami estaba tan emocionado! Después de pasar varias semanas compartiendo el mensaje de las buenas noticias, él tenía cinco personas que habían venido a Cristo y querían ser bautizadas. Los llevó al río Ganges para bautizarlos. Durante el servicio, llegaron varios fundamentalistas hindúes. Por respeto a la ceremonia religiosa, estaban tranquilos y no causaron ningún problema. Una vez terminado, sin embargo, golpearon a Rami severamente como para enviarlo al hospital.

 

Fue un momento difícil para Rami. Pero él sabía que su vida ya no era suya. Él vivía para Jesús y cualquier sacrificio no era nada, en comparación con el sacrificio de Jesús en la Cruz. Semanas después, Rami tenía unas diez personas más, listas para el bautismo. Los llevó al mismo lugar en el río Ganges y llegaron los mismos fundamentalistas. Esperaron respetuosamente que el plantador de la iglesia bautizara a los nuevos cristianos. De nuevo, lo golpearon tan mal que lo llevaron al hospital otra vez.

 

Desafortunadamente, esto se repitió un par de veces más. Rami continuó resistiendo. En este punto, la iglesia local había crecido lo suficiente para que la policía local se diera cuenta de lo que estaba sucediendo. Los oficiales arrestaron a los matones y los metieron en la cárcel.  

 

Aunque Rami se sintió honrado por el amable gesto de su iglesia, ya fuera del hospital, se dirigió directamente a la cárcel. Allí solicitó que sus perseguidores fueran liberados. Sorprendidos, sus verdugos le preguntaron por qué iba a retirar los cargos después de la forma en que lo habían tratado. Amablemente él respondió que, porque Cristo lo había perdonado a él, él podía perdonarlos. Abrumados por la gracia de Dios, algunos de esos hombres dieron sus corazones a Cristo.